lunes, 24 de septiembre de 2012

por si pierdo la razón

Voy a jugar a las cartas
con la otra parte de mi
voy a apostar para siempre
todo lo que perdi

bajo la manga tengo una carta
no sirve para hacer trampa
la he escrito cuando no estabas
y la guardo por si no me alcanzas

Tengo un comodin rojo
que escondo en mi pecho
por si trato vencerme
por algo que nunca he hecho
se encuentra al lado derecho,
al lado de mi corazon
en el lugar mas estrecho
por si pierdo la razón

lunes, 10 de septiembre de 2012

Zapatitos rotos

Yo iba todos los días a clases con mis zapatos rotos, en una bonita escuela rural del norte, me sentaba justo al lado de la ventana con una hermosa vista y a lo lejos se veía un cerro, que en su cumbre tenía una cruz, junto a mi pupitre se sentaba Italo Céspedes.
Italo, tenia una extraña manera de ser, digo extraña por que era ciertamente incomprensible al menos para mi en esa época. Todos los días buscaba a un compañero, le pedía los zapatos y se los cambiaba por unos mas elegantes, al pasar de los días, reclamaba los zapatos cambiados y los volvía cambiar por otros aun mas bonitos, así lo había hecho al menos con unos 7 compañeros.
Cierto día me pregunto cual era mi numero de calzado, le conteste que yo calzaba 35, a los dos días llego con unos zapatos elegantísimos y me pidió que los cambiara por los míos, le dije que no podía y me convenció diciendo que era por un par de días. A los 2 días después llego con un par de zapatos más elegantes que los que yo tenía y con una sonrisa me dijo: Ahí están tus Zapatos, ahora devuélveme esos otros, que mi papá tiene que devolvérselos mañana a su cliente. Pude comprender lo que el hacía, aprendí sobre su padre y descubrí que la bondad nace de quien uno menos lo espera.
Hace poco volví a ese pueblo, en la escuela se encuentra una plaza y trate de ubicar el lugar exacto en donde me sentaba, esta que me acuclille y lo vi. Vi el cerro con la Cruz, eche un respiro y una hermosa lagrima nació de mis ojos.
Italo actualmente es abogado, lo supe el día que nos encontramos de casualidad en San Antonio. Nos servimos un café y se alegro muchísimo cuando le conté que ahora soy profesor.
¡Cuando quieras me pasas los zapatos! - me dijo después de cruzar nuestras manos, darnos un abrazo y decirnos adiós.